
La Unión Europea no puede seguir así. Su incapacidad para tomar decisiones y para disponer de políticas supranacionales orientadas a enfrentar la crisis económica y política por la que atraviesa Europa, especialmente los países del sur, está provocando una sostenida respuesta social y laboral y, lo que es peor, una creciente desafección de la ciudadanía ante unas instituciones cada vez más alejadas de la realidad.
Sabemos que la incapacidad para tomar decisiones tiene mucho que ver con las elecciones alemanas de septiembre. Su sombra es muy alargada, y el empeño de la canciller Merkel por someter a la ciudadanía europea a férreas políticas de austeridad y de reformas estructurales es decir, de eliminación de derechos sociales y laborales no encuentra oposición alguna en los gobiernos nacionales; más bien, todo lo contrario.