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FECCOOCYL | 01 de May, 2025

Martes, 14 Septiembre 2010 10:26

Una huelga necesaria y sus enemigos


Los sindicatos mayoritarios convocan una huelga general para el día 29 de septiembre. Es una convocatoria justificada y obligada.
I
Los sindicatos no pueden quedarse callados ante una nueva versión del mismo modelo de reformas laborales que viene aplicándose hace casi treinta años, asociado además a drásticos recortes del gasto público que atentan contra derechos sociales y salarios. No pueden callarse tampoco ante una anunciada reforma de las pensiones que es un mero eufemismo para rebajarlas. No puede sorprender, pues, la convocatoria de la huelga.

II

Como cabía esperar, el paso por el Parlamento aún ha introducido pequeñas modificaciones a la norma que aprobó el Gobierno, tendentes a endurecerla. Es posible que alguna de las medidas introducidas por ese socio vergonzante del gobierno que es el PNV (en el sentido de reducir aún más el papel de los sindicatos en la negociación de cláusulas de descuelgue) acabe por caer. Pero lo que parece irreversible es la introducción de un máximo de treinta días a los parados para que acepten forzosamente la realización de cursos de formación. El tema de la formación a los parados es una de estas cuestiones que se dan por buenas pero que debe ser analizada críticamente.

Lo de formar a los parados se basa en dos supuestos no siempre generalizables. Primero, que una parte de los parados lo son porque carecen de formación. El otro, que estamos ante un cambio estructural de la economía que ha hecho obsoletos los conocimientos de mucha gente y les conviene un reciclaje para acceder a otro tipo de empleos. Ni todos los parados carecen de cualificación ni siempre tienen que reciclarse. Hay efectivamente actividades afectadas por el cambio técnico o productivo (por ejemplo parece fuera de duda que en los últimos años la construcción experimentó en España un crecimiento excesivo), pero en otros casos el desempleo es simplemente el resultado de una caída de actividad, de modo que si ésta se recupera volverán a necesitarse los mismos conocimientos. O, como ocurre más habitualmente, es resultado de actividades estacionales.

Aunque en otros muchos casos la formación ocupacional tiene sentido, ésta sólo funciona si está realmente asociada a la generación efectiva de empleo. Una política de formación ocupacional no tiene sentido si no hay perspectivas de creación de empleo en actividades asociadas al proceso formativo. Tanto por razones motivacionales, como de coste económico , como formativas: la mejor formación ocupacional requiere siempre de actividad laboral efectiva. Habría por tanto que exigir a los forofos de la formación a los parados que especificaran, cuando menos, de dónde esperan que se cree empleo y que mostraran que sus propuestas formativas tienen una conexión lógica con esas perspectivas.

La cuestión no es baladí. Hay bastante evidencia de que en los últimos años la formación ocupacional ha sido en muchos casos un gasto inadecuado, puesto que no ha estado asociada a la creación efectiva de empleo ni se ha centrado adecuadamente en aquellas esferas más necesitadas. En gran medida porque aparte de carecer de una verdadera perspectiva de creación de empleo tampoco se ha contado con una verdadera organización pública de la formación ocupacional. Ésta, como otros muchos espacios de intervención social, está dominada por una maraña de empresas privadas y organizaciones sin ánimo de lucro que no siempre tienen la capacidad para desarrollar una respuesta adecuada. Es un espacio donde se combinan a menudo experiencias interesantes, voluntarismo y negocio. Además, cuando los cursos no dan lugar a empleos, o sólo generan empleos a corto plazo, todo el sistema se pervierte y al final en lugar de reciclar parados lo que se acaba generando es un sistema de “cursillistas profesionales” que ven la formación como un mero trágala para acceder a prestaciones monetarias.

Cuando nadie parece tener perspectivas de dónde van a generarse los empleos, ni se ha realizado una reflexión mínimamente adecuada de las carencias del sistema de formación profesional, la medida de forzar a la formación tiene más de campaña “cultural” que de eficacia económica. Se trata de nuevo de convertir a la víctima en culpable, y al tiempo de encubrir donde están los verdaderos responsables de la situación o los ineptos dirigentes que no saben encontrar respuestas válidas a la creación de empleo.

III

A medida que se acerque la convocatoria de la huelga van a arreciar las “retóricas de la reacción” que tan bien describió Albert Hirschman. Voces que en lugar de proceder de la derecha “enemiga natural” de las clases trabajadoras van a estar especialmente en boca de los políticos y comentaristas ligados al PSOE.

En especial, va a a oír que la huelga es inútil y contraproducente.

Sobre la base de la inutilidad se ha construido gran parte del discurso desmovilizador frente a los efectos de la globalización.

Cada huelga surge en un contexto distinto, económico, social y político. Y en la actual coincide una crisis sin precedentes con una enorme debilidad institucional de la izquierda y un elevado nivel de debilitamiento del tejido organizativo y social de las clases y grupos subaltermos. Defender la utilidad de la huelga sólo por sus resultados a corto plazo me temo que va a resultar contraproducente: Si queremos superar el argumento de la inutilidad habrá que introducir nuevos elementos, empezando por indicar la necesidad de que esta huelga actúe como un potente mecanismo de “voz colectiva” frente a la deriva de la crisis y convirtiendo esta movilización en una llamada a la autoorganización y a la participación social.

El segundo argumento dominante tendrá diferentes versiones. La del PSOE, que la huelga hace el trabajo a la derecha (como si ellos no estuvieran dejándole al PP un terreno baldío de derechos sociales a coste cero). La de la derecha, que las huelgas desalientan a los inversores. También en este caso la única posibilidad de respuesta es que queremos realmente un modelo social distinto. Que lo que resulta realmente contraproducente para nuestros intereses es proseguir con un modelo que ha llegado a una situación de alarmante bloqueo y que se ha caracterizado por un bajo nivel de derechos sociales.

La respuesta a los “argumentos de la reacción” exigen por tanto respuestas estratégicas, más allá del inmediatismo de la huelga y de los resultados a corto plazo.

IV

La huelga es necesaria. Hay que apoyarla y tratar de que sea un éxito. Hay muchas condiciones desfavorables que juegan en su contra. Aunque fuera un éxito de movilización, sus resultados tangibles van a ser posiblemente reducidos. Creo que difícilmente conseguiremos cambios en la dirección económica y laboral a corto plazo y, por ello, que el objetivo secundario de la huelga debería ser la apertura de nuevas perspectivas de acción y organización social, el desarrollo de un amplio espacio de intervención orientado a abrir nuevas perspectivas estratégicas.

No se pierde lo que no se intenta. Hay que reconocer que los primeros que se juegan mucho en este envite son los propios sindicatos mayoritarios, cuya propia fuerza institucional puede verse afectada por un balance negativo de la movilización. Es pues tiempo de aunar fuerzas y tratar que la huelga resulte lo más exitosa posible. Y que la misma permita abrir posibilidades a un desarrollo diferente del que ha tenido la crisis hasta el momento presente.

Extracto del artículo de Albert Recio (Consejo Científico de ATTAC España). Si quieres leer el artículo completo pincha aquí

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