
Aunque nuestra jornada en el colegio, público y de la zona rural, comienza a las nueve de la mañana, incluso antes de las ocho y media ya nos vamos juntando los compañeros en la sala del profesorado alrededor de la máquina de café. Alguna compañera va directamente a su clase donde prepara el aula para recibir a los pequeños o termina de echar un vistazo a la programación del día. El jefe de estudios coloca en el tablón las sustituciones o variaciones de horario motivadas por alguna salida, mientras el director atiende el teléfono, que ya desde primera hora suena insistente. Los encargados del día, de las entradas están atentos a la puerta, porque desde que recortaron el presupuesto al Ayuntamiento nos quedamos sin conserje. A las nueve empiezan a entrar los alumnos, pasan bajo la pancarta verde que colocó el AMPA: “Escuela pública de tod@s y para tod@s” y entran en nuestros pasillos verdes. Una ristra, y no de chorizos que esos no están aquí, recibe a los chavales. La ristra es de corazones verdes con lemas en defensa de la escuela pública. Entre el profesorado algunos llevan un lazo verde, otros un chapa con un lema, los jueves nos ponemos la camiseta verde, otros tienen tijeras contra los recortes,…
En Castilla y León este curso nos han colocado un nuevo plan para el desarrollo de las destrezas en la expresión oral y escrita y parece que la escuela lo único que se está enriqueciendo es el vocabulario. Ya desde pequeñitos conocen términos como: economía, presupuesto, cierre, paro, ayuda, economía, crisis, hipoteca, desahucio,… pero estas palabras que parecen de páginas sepia de un periódico serio se convierten en expresiones cada vez más habituales en la escuela: “no puedo ir a la salida porque no puedo pagar los tres euros del autocar”; “no he traído almuerzo”; “mi mamá dice que no me puede comprar el libro de Cono”; “ la empresa del comedor me amenaza con echarme, pero es que yo quiero que mis niños hagan una comida…”
En nuestra realidad cotidiana hemos ido adaptando nuestra práctica docente a la realidad de cada pueblo y de cada familia. Los equipos de ciclo programan las salidas buscando las que supongan “coste cero” a las familias, pero claro, en un pueblo hay que pagar el autocar. Hemos reducido el número de libros de texto y de cuadernillos, aunque eso suponga resistir la presión de las editoriales. La secretaria
del centro nos da la barrila con las fotocopias, pero es que muchas son de fichas y de libros (¡Uy, que esto no se puede hacer!) que hacemos para los niños que no tienen material. Pese a todo hemos reducido su consumo. Antes teníamos un teléfono móvil en el cole, que nos llevábamos para las salidas, ahora las llamadas las hacemos con los particulares. Los niños que no suelen traer almuerzo toman un zumo o comen un bollo que discretamente les entrega el tutor y que gracias al AMPA forma parte de nuestro kit de emergencia. Aunque entre el profesorado hay economías familiares tocadas, porque recordemos que nuestro salario hace mucho que está más que congelado y este año nos han robado la paga extra, que de extra nada, que es lo que nos corresponde por nuestro trabajo, pese a todo la ilusión no cae. Cuando llegó la navidad se planteó el dilema de la cena. Había quien se negaba a consumir si nos recortaban el salario y había quien no podía permitirse una salida nocturna con cena y copas. Al final comimos juntos en el cole aportando algo cada uno, nos salió más barato y lo pasamos bien, que era de lo que se trataba.
A veces en alguna reunión se plantea no hacer más que lo que es obligatorio, entrar y salir a la hora, no hacer actividades fuera del cole, no organizar días y semanas de actividades que nadie reconoce, pero luego alguien dice: ¿y los niños? ¿Por qué van a pagar ellos? Y el esfuerzo, la ilusión y la entrega vuelven a ser el centro del claustro.
Los presupuestos del colegio son cada vez más escasos, la mayor parte del dinero que aparece rápidamente se va a la empresa privada que gestiona el comedor, porque desde hace unos años se privatizaron todos los comedores, pero los equipos directivos se comen los marrones de hacer de cobradores del frac con las familias. Con la amenaza de la nueva reforma de los ayuntamientos estamos temblando, porque si los gastos de luz y agua pasan a un organismo más grande, nos tememos que no tengamos la eficacia que a veces nos dan los ayuntamientos pequeños que mantienen limpia, caliente y en perfectas condiciones la escuelita rural en la que creen.
Las ayudas a libros caen, las becas de comedor, otros servicios se copagan (¿qué será eso que mi ordenador lo subraya en rojo?) Madrugadores y Centros abiertos se repagan (ves repagar no lo subraya en rojo). ¿Ordenadores? ¿Cuándo entró el último en el cole? Menos mal que la dedicación, el trabajo bien hecho, el compromiso con la educación pública es renovable y se recicla con cada maestr@ en cada rincón de nuestra geografía.
Pablo Redondo Rubio
Maestro de la escuela pública y rural
Maestro de la escuela pública y rural